Desde una mirada energética, la madre es fuente de vida y conecta con el amor esencial. Ella te nutre con todos los elementos que hoy necesitas para que te reconcilies contigo mismo.
Lola Hoffman afirmaba que nuestros padres son la cara visible de Dios en la Tierra. En este sentido, nuestra madre es también la cara de la gran Madre Cósmica. Nuestra relación con ella representa el vínculo que tenemos con la vida, con la abundancia, con el trato que mantenemos con nosotros mismos y con otros. Pero hay más: porque puede ser que tengas una buena relación con ella, pero es posible que ella no haya tenido una buena relación con la suya -nuestra abuela materna- y estas memorias de desencuentro y desamor son compartidas de generación en generación, y nuestro árbol estará atento a despertar esa memoria, porque el árbol quiere siempre sanar.
Tu madre, dadora de vida, te dio lo más valioso que tienes, tu propia vida. Haya estado contigo físicamente o no, recuerda que estuviste allí, en su propio cuerpo, hasta que crecieras lo suficiente: ese acto ya es una bendición por la que agradecer.
Al valorar a tu madre te valoras a ti mismo. La energía materna representa el triunfo de la vida y ese éxito ya está en ti, aunque no hayas crecido con ella. Desarrollas ese éxito cuando eres capaz de poner a tu madre en tu corazón. Ella te bendecirá con prosperidad, proyectos y permitirá que tu fuerza creativa florezca.
Reconciliarnos con la madre implica revisar el linaje femenino: en él hay situaciones que se repiten de generación en generación. Memorias de dolor, costumbres arraigadas, creencias que limitan, lealtades invisibles y temas que no se hablan y se asumen como normales: si no nos hacemos cargo de ellas, serán traspasadas a las futuras generaciones.
Reparar los lazos de amor interrumpidos puede ser un modo generoso de aportar a nuestro entorno, porque como es adentro es afuera y mientras más nos empeñemos en que el amor y la aceptación fluya en nuestras relaciones familiares más veremos relaciones sanas y más bajaremos el cielo a la Tierra.
Todas las mujeres de tu árbol, tu madre incluida, hicieron lo que pudieron para criar a sus hijos y si acaso crees que no recibiste lo suficiente, es momento de que tú te lo des. El automaternaje es justamente eso: darnos lo que necesitamos, lo que queremos y lo que anhelamos. Incluso en la madre que no estuvo: esa separación existe por un motivo y es momento de trascenderla.
Recuerda: nuestra vida entera la podemos vivir desde el victimismo o desde la maestría. Negarse la posibilidad de reconciliación te dejará siempre en el rol de víctima: vivirás desde el niño herido y estarás buscando en todas partes -en relaciones personales y laborales, en relaciones de pareja, en la prosperidad- aquello que sientes que tu madre no te dio. Y tú, ¿qué elijes?
Hoy te invito a que trabajes una cuarentena con tu madre para comenzar a sanar:
1. Elije una foto de tu mamá que te guste especialmente. Podría ser una de su juventud, cuando estaba embarazada de ti, o bien, una en que estés tú con ella. La que más resuene contigo será la perfecta para esta tarea.
2. Busca un lugar especial para poner la foto. Durante 40 días saluda cada día a tu madre: mira la foto y observa tus pensamientos, tus emociones y sentimientos.
3. Frente a la foto iremos trabajando algunas frases sanadoras. Elije cada día una, o dos, o todas:
a. Solo soy tu hija/o
Esta frase nos pone en nuestro lugar: yo soy hija/o de mi madre y solo eso y nada más que eso. No me corresponde ocupar otros roles con ella.
b. Por favor, mírame con buenos ojos
Cuando sentimos que nuestra madre no nos ve o no nos vio, podemos pedirle que nos vea. Desde nuestro ser adulto, podemos pedirle que nos vea y, si nosotros no supimos verla en su humanidad, podemos decirle también: “ahora te veo”
c. En tu honor, haré algo bueno con mi vida
Reconocer el regalo de la vida, que viene desde la madre, agradecerla y comprometerse a hacer algo bueno con la propia vida.
d. Me hago cargo de lo mío
Para aquellos que responsabilizan a su madre de todas sus penurias (soy así, porque mi mamá…), es hora de hacerse responsable y hacerse cargo de la vida. Entonces le digo: me hago cargo de lo mío y te agradezco mi vida.
e. Bendice mi camino
A veces nuestra madre no está de acuerdo con nuestras decisiones. Pero podemos pedirle su bendición en ese camino. También podríamos pedirle: dame permiso para hacer las cosas distintas.
f. Tomo toda mi historia y la llevo al corazón, con amor
Tu vida y tu historia es tu gran tesoro. Salir del dolor del niño herido, abandonado, traicionado, es indispensable para poder tomar la propia vida y entregar amor a otros y a uno mismo.
4. Recuerda que puedes buscar acompañamiento en este proceso. Ya sea antes, durante o después de este proceso.
Si tú sanas, sanamos todos.
Con amor y deseándote mucha paz,
María Paz
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